Foto: Mona Rojas
MÁSCARA
Angy Milena Amortegui
Buenas noches señor máscara. Dijo el hombre de la puerta del frente. Sin ponerle atención recordó que los limites de su cara se delineaban por una pasta blanca.
Su cabellera negra y larga hasta su cintura.
Al entrar deja las llaves en el gancho, se quita el sombrero y la chaqueta e inicia su actividad predilecta. Su propia función de teatro en el cuarto contiguo al fondo del pasillo.
¡El actor principal! ¿Dónde está el actor principal? Se escucha en la grabadora. Las luces han empezado a encenderse, los aplausos del público emergen como el sonido del piano.
El señor máscara dispuesto en el centro del escenario no puede quitarse el rostro, piensa: ¿Cómo saldré para no sentirme tan ridículo? ¡Aaaaagh! Se quema al intentar retirarse la máscara.
Sus labios rojos y la blancura de su cara.
Sus ojos, sus ojos cafés eran como el color de la madera del suelo.
No tenía alternativas, era el primero en zarpar. El humo se extendió por el escenario y su rostro ahora era de colores.
Bajo la luz del proyector se movió como un animal, olfateó, aulló, hizo magia, fue un indio y posteriormente un rey; el sudor removía el maquillaje sobre el escenario, goteaba. El silencio comenzó a invadirlo todo.
Al apagarse la luz, el hombre se detuvo, pero no notó que su cuerpo continuó en la actuación. ¿Era una función? O podría ser la esencia de su vida.