Foto por : Mona Rojas.
Anhelar
Xiomara Torres.
Ella es una chica introvertida dedicada a sus labores. También a sus gustos, como el arte, la literatura, la música. Es un poco sería, pero amigable. Es un poco abierta cuando interactúas con ella. No habla mucho, pero te dice todo con su mirada. Se hace llamar Radra, en honor a alguno de sus escritores favoritos, compositor o estrella de cine. A veces creo que es por recordar a su amigo imaginario de la infancia.
A Radra le gusta salir a caminar, le gusta ver el cielo; se detiene a pensar que el azul es su color favorito, el azul de aquel espacio que es el refugio de los dioses. Pero sin entrar en detalles, para Radra ese color es el infinito, porque representa al mar. El cual piensa, que se asemejan a sus pensamientos, amplios y abismales. Ligeramente translucidos.
Su manera de vestir, es de una chica relajada, no le gustan las cosas elegantes, pero no deja de ser una chica con clase. Aun cuando su cabello está suelto, combina adecuadamente cualquier prenda. Incluso con su saco R.D.L.O. Hay un misterio en cada una de sus iniciales, un mensaje oculto para que yo lo descifre.
Cada vez que va a cine, es para ver Helena Bonham Carter. Lleva consigo su saco, que cree que hace parte de la realidad cinematográfica. Como la que representa Helena, con sus personajes fuera de serie. Considero que su gusto por ella se debe a esos mundos enigmáticos e inadaptados que salen de la pantalla. O puede que los relacione con las cosas que de niña vivió y que aún permanecen con ella. Total, son infinitos, pequeños e infinitos. Como el cielo, el azul y el refugio de los dioses. Ella se siente identificada.
En su infancia solía ir de vacaciones a visitar a su abuela, quien tenía una finca. Lo que más le gustaba era un árbol gigante que tenía muchos limones, de ahí el gusto por el ácido, que empezó una tarde soleada cuando su ancestro le convidó una limonada sin azúcar.
En su tiempo libre, Radra, le gusta dibujar mándalas porque en estas figuras deja los rastros de un mal día. Cuando conoce un nuevo lugar, tiene la costumbre, de escribirle a su hermana. Como cuando viajó a la sierra nevada de Santa Martha y le contaba lo extraño y novedoso de estar en otra parte; sola y sin ella.
Todo esto lo pensé al verla detenida en el paisaje, por entre la ventanilla. Mientras seguía escuchando con mis audífonos agua marina, perdida en otra realidad, I Wanna Be Yours, que traduciéndolo al español sería algo como “quiero ser tuyo” pensé que aquella chica del marco de la galería quería ser de todo un poco, la inmensidad y la miniatura vestida de azul. Ella. mientras aquel que la pintó en ese lienzo quería apropiarse de su figura, volverla suya. Reduciéndola a un espejismo.