Foto: Ángela Rojas
Hace algún tiempo estuve intentando elaborar una nota sobre la escritura, algo que fuera interesante para quienes quieren emprender la tarea de escribir un texto literario. Pasé por muchos lugares: Cafeterías, bibliotecas, librerías, cines rotativos, salones de clase, una peluquería y una estación de policía. No encontré nada que pudiera utilizar como material para la nota. Entonces, desolado y un poco impaciente tuve que recurrir a un evento imaginario. Dos personajes que intentan decir algo relevante sobre la escritura.
-Por lo pronto diré que es menester escribir todo el tiempo.
- Sí, vale, pero… se debe necesitar de alguna otra cosa.
- Pues que yo sepa no, la única cosa que se necesita para escribir es escribir.
- Ok, pero el dilema entonces no es prestarle atención al ejercicio motor, al movimiento del lápiz, a la mancha del esfero o al sonido mínimo de las teclas en una computadora.
- Sí, cualquiera de esas es válida, pero hay que escribir, escribir y escribir.
- Pero no quiero hacerlo todo el tiempo, ya me imagino todo lleno de ampollas en los dedos, de hojas y hojas manchadas, de correcciones interminables…
-No hay de otra, a escribir pues…
-No quiero, y es mi última palabra. Bueno no mi última, pero…
-pero nada a escribir.
Hasta este momento mi imaginación me daba muy poco, una sucesión palabras que aparentemente se repite. Quizás, todo sería más fácil si la nota fuera sobre fotografía, una imagen vale más que mil palabras.
- ¿Qué fue lo que dijo?
- ¿Quién? Por andar escribiendo no he dicho nada-deja escapar una sonrisa-.
- De verdad, ¿No escuchó? -frunce el ceño-.
- ¿Qué? -con la mirada hacia el vacío.
- Pues… que una imagen vale más que mil palabras.
-No, escuche fue algo sobre fotografía.
-Acá eso no importa, lo que importa son las palabras, en todos lados hay palabras.
- y las palabras hacen la escritura, porque la escritura es un sin número de palabras que se agrupan sospechosamente para acechar a cualquier persona incauta.
- Entonces es de menester escribir…
-sí, pero se nos ha olvidado algo importante y es leer lo que escribimos, porque si no lo leemos es un texto muerto. Otro momento de la escritura es la lectura. Sin lectura no hay escritura. Por eso hay que leer buena literatura…
Ambos personajes suspiran y se dan la mano, con ademán de disgusto. Todo parece ir bien, no sabía que se podía confiar tanto en la imaginación. Cada uno de los personajes desaparece de mi cabeza cruzando en diagonal, uno de forma vertical y otro horizontal. De hecho, me hacen pensar en el tamaño aproximado de la mente, ¿Cuánto tiene de ancho y largo? ¿Cuánto de profundidad? Además, tal vez, solo tal vez, la escritura no es un proceso obsesivo y automático, donde la persona que escribe hace las veces de un equilibrista entre la realidad y la imaginación entre la demencia y la cordura. Tomo el camino hacia mi casa, me alivia pensar que al fin tengo material para la nota literaria, pero hay algo que me zumba en la cabeza.
-Es menester…- (como si supiera yo que quiere decir esa palabra)
Y siento un poco de nauseas, es mi primera vez caminando horizontalmente y me marea.